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martes, 20 de agosto de 2013

Nikita curtidor

Cerca de Kíev apareció un culebrón que gravó a los habitantes con una tasa terrible: de cada casa debían entregarle una joven don­cella que él devoraba. Le llegó la vez de ser entregada a la hija del zar. El culebrón agarró a la zarevna y se la llevó a su guarida, pero no la devoró: como era muy linda, la tomó por esposa. Cuando salía de caza, el culebrón cegaba la entrada de la guarida con tron­cos para que la zarevna no pudiera escapar. Pero la zarevna tenía una perrita que la había seguido desde palacio. De vez en cuando, la zarevna escribía una notita para sus padres y se la ataba al cuello de la perrita, que iba corriendo a llevarla y, además, traía la res­puesta. Conque, un día, el zar y su esposa le escribieron a la za­revna que se enterase de si había alguien más fuerte que el cule­brón. La zarevna se mostró más amena con el culebrón y le pre­guntó si existía alguien más fuerte que él. Aunque se resistió mu­cho, por fin se le escapó que en la ciudad de Kíev vivía un tal Niki­ta Curtidor y que ése era más fuerte que él.
Inmediatamente, la zarevna le escribió a su padre que buscara a Nikita Curtidor, en la ciudad de Kiev, y que le mandara a salvarla.
Nada más recibir aquella noticia, el zar dio con Nikita Curtidor y fue personalmente a rogarle que librara su tierra del feroz cule­brón y salvara a la zarevna. Nikita estaba sobando unas pieles en aquel momento y tenía doce pieles entre las manos. Al compren­der lo que había venido a pedirle el zar en persona, se puso a tem­blar y desgarró las doce pieles de un golpe. Y por mucho que el zar y su esposa rogaron a Nikita, él no consintió enfrentarse con el culebrón. Entonces se les ocurrió juntar a cinco mil niños peque­ños para que fueran a suplicar a Nikita, con la esperanza de que sus lágrimas le ablandarían. Llegaron los niños a casa de Nikita y se pusieron a rogarle que fuera contra el culebrón. Viéndolos llo­rar, también a Nikita se le saltaron las lágrimas. Agarró trescientos puds de cáñamo, los embreó, se los enrolló alrededor del cuerpo para que el culebrón no pudiera devorarle, y marchó contra él.
Llegó Nikita hasta la guarida del culebrón, pero éste se había encerrado en ella y no quería salir a enfrentarse con Nikita.
-Mejor será que salgas a campo abierto si no quieres que te aplaste en tu guarida -dijo Nikita, y empezó a echar abajo la puerta.
Viendo que no le quedaba otro remedio, salió el culebrón a enfrentarse con él en campo abierto. Nikita Curtidor estuvo peleando con el culebrón, no sé si mucho tiempo o poco tiempo, hasta que por fin lo derribó. Entonces suplicó el culebrón:
-No me remates, Nikita Curtidor. Más fuerte que tú y yo, no hay nadie en el mundo. Vamos a dividir la tierra en dos partes igua­les: tú mandarás en una mitad, y yo en la otra.
-Está bien -dijo Nikita. Pero hay que trazar una linde.
Nikita hizo un arado de trescientos puds, enganchó a él al cule­brón, y empezó a trazar una linde desde Kiev. Así llegaron al mar Caspio.
-Bueno -dijo el culebrón, ya hemos dividido toda la tie­rra.
-Cierto -replicó Nikita. Hemos dividido la tierra. Conque vamos a dividir ahora el mar, no vayas a decir luego que toda el agua es tuya.
El culebrón se metió hasta la mitad del mar, y entonces Nikita Curtidor lo mató y lo tiró al fondo.
Esa linde puede verse todavía hoy. Tiene dos sazhenas de al­tura. La gente ara alrededor, pero sin tocar la linde. Y quienes ig­noran de qué proviene esa linde, la llaman promontorio.
Nikita Curtidor no cobró nada por hacer esta buena obra y vol­vió a sus pieles.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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