Cerca de Kíev apareció un culebrón
que gravó a los habitantes con una tasa terrible: de cada casa debían
entregarle una joven doncella que él devoraba. Le llegó la vez de ser
entregada a la hija del zar. El
culebrón agarró a la zarevna y se la
llevó a su guarida, pero no la devoró: como era muy linda, la tomó por esposa.
Cuando salía de caza, el culebrón cegaba la entrada de la guarida con troncos
para que la zarevna no pudiera
escapar. Pero la zarevna tenía una
perrita que la había seguido desde palacio. De vez en cuando, la zarevna escribía una notita para sus
padres y se la ataba al cuello de la perrita, que iba corriendo a llevarla y,
además, traía la respuesta. Conque, un día, el zar y su esposa le escribieron a la zarevna que se enterase de si había alguien más fuerte que el culebrón.
La zarevna se mostró más amena con el
culebrón y le preguntó si existía alguien más fuerte que él. Aunque se
resistió mucho, por fin se le escapó que en la ciudad de Kíev vivía un tal
Nikita Curtidor y que ése era más fuerte que él.
Inmediatamente, la zarevna le escribió a su padre que
buscara a Nikita Curtidor, en la ciudad de Kiev, y que le mandara a salvarla.
Nada más recibir aquella noticia, el
zar dio con Nikita Curtidor y fue
personalmente a rogarle que librara su tierra del feroz culebrón y salvara a
la zarevna. Nikita estaba sobando
unas pieles en aquel momento y tenía doce pieles entre las manos. Al comprender
lo que había venido a pedirle el zar en persona, se puso a temblar y desgarró
las doce pieles de un golpe. Y por mucho que el zar y su esposa rogaron a Nikita, él no consintió enfrentarse con
el culebrón. Entonces se les ocurrió juntar a cinco mil niños pequeños para
que fueran a suplicar a Nikita, con la esperanza de que sus lágrimas le
ablandarían. Llegaron los niños a casa de Nikita y se pusieron a rogarle que
fuera contra el culebrón. Viéndolos llorar, también a Nikita se le saltaron
las lágrimas. Agarró trescientos puds de cáñamo, los embreó, se los enrolló
alrededor del cuerpo para que el culebrón no pudiera devorarle, y marchó contra
él.
Llegó Nikita hasta la guarida del
culebrón, pero éste se había encerrado en ella y no quería salir a enfrentarse
con Nikita.
-Mejor será que salgas a campo
abierto si no quieres que te aplaste en tu guarida -dijo Nikita, y empezó a
echar abajo la puerta.
Viendo que no le quedaba otro
remedio, salió el culebrón a enfrentarse con él en campo abierto. Nikita
Curtidor estuvo peleando con el culebrón, no sé si mucho tiempo o poco tiempo,
hasta que por fin lo derribó. Entonces suplicó el culebrón:
-No me remates, Nikita Curtidor.
Más fuerte que tú y yo, no hay nadie en el mundo. Vamos a dividir la tierra en
dos partes iguales: tú mandarás en una mitad, y yo en la otra.
-Está bien -dijo Nikita. Pero hay
que trazar una linde.
Nikita hizo un arado de trescientos
puds, enganchó a él al culebrón, y
empezó a trazar una linde desde Kiev. Así llegaron al mar Caspio.
-Bueno -dijo el culebrón, ya hemos
dividido toda la tierra.
-Cierto -replicó Nikita. Hemos
dividido la tierra. Conque vamos a dividir ahora el mar, no vayas a decir luego
que toda el agua es tuya.
El culebrón se metió hasta la mitad
del mar, y entonces Nikita Curtidor lo mató y lo tiró al fondo.
Esa linde puede verse todavía hoy.
Tiene dos sazhenas de altura. La
gente ara alrededor, pero sin tocar la linde. Y quienes ignoran de qué
proviene esa linde, la llaman promontorio.
Nikita Curtidor no cobró nada por
hacer esta buena obra y volvió a sus pieles.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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